viernes

En ocasiones escribo relatos biográficos

Vítor Baliza


Desde que el hombre es hombre siempre ha querido volar. Y hasta hoy, nadie lo ha conseguido por naturaleza. Pero hubo un tiempo en el que un portero desafió insistentemente a la gravedad. No es recordado por su seguridad para blocar el balón. Ni siquiera por repeler los goles del rival.

Corría el año 96 cuando un servidor se jugaba los tazos entre mundialito y mundialito. En estos últimos acontecimientos deportivos de barrio me la ponía de portero. Dada mi técnica gravesiana y mi olfato bojaniano era la única posibilidad de asegurarme la participación en la final. Todos emulábamos a nuestros ídolos. Algunos se sentían Suker o Mijatovic, flamantes fichajes de Lorenzo Sanz durante ese verano. Otros preferían ser el hercúleo Ronaldo Nazario que el F.C. Barcelona había convertido por 2.550 millones de las añoradas pesetas, en el jugador más caro de la historia. Y yo era Vítor Baía. Ese verano, el portugués se distinguió por ser el cancerbero más caro hasta el momento. Así fue porque Núñez pagó por él alrededor de cinco millones de los ingratos euros. Durante esa temporada Robson dirigió el banquillo en el que Ruud Hesp era un fijo. Mourinho asistía a Bobby.

Durante la temporada 96-97 fue titular indiscutible con Robson que terminó cesado como entrenador. A sus 27 años Vítor era capaz de lo mejor y de lo peor. Erraba como despejaba. Nunca tibio en sus salidas, flotaba sobre el césped. Se impulsaba hacia el balón como si sus tacos fuesen muelles y cuando caía, la hierba lo abrazaba. Eran estiradas circenses. Se lucía, sí, pero con suma elegancia. La siguiente temporada Núñez se la encargó a Louis Van Gaal, compatriota de Hesp. Baía empezó de titular hasta que una lesión posibilitó la titularidad del portero holandés. Y no la soltó hasta que en 1999, Baía abandonó la plantilla de vuelta a Oporto. Se fue cedido y no fueron pocos los que soñaron su repesca. Pero esto nunca sucedió.

Lo que si sucedió fue un episodio crítico. El 14 de mayo del 97, el F.C. Barcelona iba a disputar la final de la recopa de Europa en Rotterdam contra el Paris Saint-Germain. Dos días antes a Baía le aquejaba una infección detrás de la oreja. Antes de inyectarle para bajar la inflamación, Ángel Mur le preguntó si era alérgico a la penicilina. El portugués dijo que no. Pero aquel suero contenía procaína y Vítor entró en estado de shock y empezó a convulsionar. En el acto, los doctores del conjunto blaugrana le suministraron cortisona reestableciendo las constantes vitales del portero. Solo 48 horas después, el guardameta dejó a cero su portería y bastó el gol de Ronaldo para que el F.C. Barcelona levantase su cuarta recopa de Europa.

El 13 de junio de 2007 se retiraba con 37 años y hasta el último partido la gravedad no pareció afectar de la misma manera a Vítor Manuel Martins Baía, alias Vítor Baliza, dorsal 99.